No soy el trabajo que hago ni el lugar en que lo desempeño.
No soy un ente compacto que se desarrolla lineal y armoniosamente.
Soy los pequeños pensamientos que rumio antes de dormir
Soy los momentos en que me doy cuenta de que ya quiero a alguien
Soy la alegría que siento en el cuerpo, en la piel, cuando sale el sol y me acaricia las mejillas
No soy el lugar en el que vivo, en todo caso me parezco al lugar que me vio nacer.
No soy ninguna de las tareas que se me encomienda hacer.
No soy la imagen estática que proyecto en ninguna red social.
Soy la cambiante sombra que se pasea entre extremos, encontrando dolores y alegrías en este camino de constantes experimentaciones
Soy la ciudadana de mi territorio corpóreo, rompiendo leyes de lo establecido para tornar mi piel más mía cada día
Soy todas las contradicciones que me habitan, con todo lo que puedan chocar y decepcionar a las personas que me conocen
No soy el clima que me rodea, ni el viento huracanado que revolotea sobre mi cabeza.
Pero sí que estoy hecha de ausencias que, en sus huecos, acogen hoy recuerdos y melancolías
Sí que siento nostalgia de un futuro que está por venir
No soy una mujer triste, hoy
Pero sí que añoro el verano y la posibilidad de sentir mi cuerpo sudar mientras camino por las calles en llamas de la ciudad que me vio crecer
Sí que soy esa chica que, viviendo en Islandia, ha aprendido a reconocer la importancia de los cambios de estaciones, que no son más que oportunidades para repensarse, para probarse en diferentes ambientes y temperaturas
Hoy sí que soy esa mujer hecha de trozos de aquí y de allá
Esa que reconoce la importancia de llamarse Verano